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Miedo a fracasar

El temor al fracaso provoca la evitación de cualquier situación de competición, disminuyendo la autoestima del deportista y la confianza en sí mismo. Esa falta de confianza, refuerza la evitación y así continuamente.
Que nadie se sorprenda ni se preocupe en exceso, el miedo es una emoción básica y por lo tanto, imprescindible para nuestra supervivencia. Somos hijos de aquellos humanos miedosos, los valientes murieron en el camino. El miedo es adaptativo si y solo si, el temor es real e infundado y afecta realmente a nuestra supervivencia, fuera de estas situaciones, el miedo excesivo o el miedo a situaciones “no peligrosas para nuestra supervivencia” se convierte en inadaptativo e irracional. El miedo al fracaso lo definimos como el temor a no lograr nuestras metas, objetivos o deseos.

  1. Por evitar el fracaso dejamos de actuar.
  2. Cuando no actuamos, muchos de nuestros problemas se incrementan.
  3. Nuestro bienestar disminuye.
  4. Nuestra vida y nuestras experiencias son cada vez más reducidas.
El efecto es retroactivo y circular. Todos los aspectos del temor al fracaso se relacionan y refuerzan entre sí.

Sin fracaso no hay éxito

Para ello, debemos cambiar nuestro concepto del fracaso ya que el problema no está en el fracaso en sí. Ese cambio de actitud es imprescindible ya que no ayudará a entender que  fracaso sólo nos indica que el camino que elegimos no es el más adecuado. Que es necesario buscar otra opción. El problema está en lo que el fracaso significa para cada uno de nosotros y en la manera en cómo nos calificamos a través de él. Nos da miedo fracasar, porque:
  • Pensamos que el éxito y el fracaso son los dos elementos que nos califican como personas.
  • Si tengo éxito soy una persona valiosa. Si fracaso, no valgo nada y la gente me va a criticar o rechazar.
El éxito y el fracaso son sólo resultados de una conducta o una decisión adecuada o inadecuada, correcta o incorrecta. Una persona es mucho más que sus conductas y sus decisiones. Por lo tanto, éstas no pueden reflejar su valor como ser humano.
El mejor ejemplo lo tenemos con Thomas Alba Edison, que falló 10,000 veces antes de haber logrado el filamento que se utiliza en las bombillas. Un reportero le preguntó, después del intento número 5,000, si se sentía desalentado. Edison contestó que no había fallado 5,000 veces, sino que había triunfado al determinar 5,000 maneras en las cuales no funcionaba. “Lo que significa- comentó-, que me encuentro 5,000 pasos más cerca de descubrir cómo hacerlo funcionar”.
El fracaso es parte esencial del éxito. Cada fracaso es una oportunidad para aprender y corregir.
El miedo al fracaso puede provocar un círculo vicioso:
El temor a fracasar paraliza —La parálisis conduce a la inacción—La inacción genera una baja en la autoestima y la autoestima baja te lleva nuevamente al miedo.
Este círculo vicioso, como se indicó al principio, se retroalimenta, por lo tanto, hay que romper el círculo. Cuando falles, no te culpes, critique o regañes. Simplemente analiza en donde estuvo el error y cual es la mejor manera de corregirlo. A partir de este análisis, haz los cambios necesarios. Recordando las palabras de Albert Einstein:
La definición de locura es: hacer lo mismo y esperar un resultado diferente
Con frecuencia no nos damos cuenta y estamos haciendo más de lo mismo.

Presión por los resultados

Si algo es cierto en el mundo del deporte es que existe mucha presión sobre los deportistas. Esa presión viene generada por algo que forma parte del deporte en si mismo, es intrínseco a él mismo. Como ya indicaba en las publicaciones anteriores si algo diferencia de forma importante al juego del deporte es el agonismo, es decir, el medirse con algo/alguien para superarlo. Si se supera, has logrado el éxito, sino, encuentras el fracaso.
El término fracaso es utilizado en el entorno deportivo con excesiva frecuencia, justificado en gran medida, ya que la mayoría de acciones técnicas realizadas en la tarea deportiva no admiten término medio, o se hacen bien o se hacen mal; así un futbolista que no supera al contrario en un regate ha fracasado, un pase que no llega es un mal pase, un balón que no entra un error.
Con estos ejemplos, parece que la práctica deportiva gira entorno al éxito o al fracaso, lo cual puede presionar de tal manera al deportista que vaya minando su capacidad para asumir riesgos, y creando por tanto, temor ante las diferentes situaciones de la competición, y en consecuencia alentando en el sujeto la evitación de dichas situaciones.

Reducción al absurdo

Ante esta problemática, tenemos que encontrar estrategias que resuelvan el temor a asumir el riesgo de la propia competición, reflexionando en primer lugar, sobre la idea de que la participación es mejor que la evitación y que el resultado final de tu actuación será consecuencia del número de errores cometidos, los cuales pueden subsanarse en futuras ocasiones.
Los conceptos de éxito y fracaso están tan arraigados en el mundo del deporte que no resulta fácil encontrar estrategias cognitivas mediante las cuales los deportistas puedan abstraerse del resultado final de su actuación medida en esos términos.
El individuo que padece temor al fracaso focaliza su atención en la incertidumbre, en lugar de hacerlo en la estrategia o en el procedimiento para llegar a conseguirlo, lo cual deja al sujeto en una situación de indefensión de la que resulta difícil escapar.
La estrategia que  presento a continuación se basa en demostrar que el fracaso como tal no existe, y por tanto no se puede temer algo que no existe.
La demostración de la negación del fracaso se realiza por reducción al absurdo, tomando como referencia el concepto general de procedimiento y el concepto que popularmente se tiene del fracaso. Gráficamente lo podríamos representar así:
grafico sobre temor al fracaso
Como puedes ver en el gráfico, el proceso mediante el cual se llega al éxito o al fracaso está universalmente aceptado y en el pueden identificarse tres partes bien definidas, el objetivo o idea, el procedimiento por el cual se va a intentar conseguir ese objetivo y el resultado final que desembocará en éxito o fracaso de la idea.
Por reducción al absurdo, se anula la tercera parte del procedimiento por ser consecuencia de las otras dos, por lo tanto, el fracaso solo puede estar en una de las dos primeras partes. En la segunda parte, solo pueden cometerse errores de ejecución o de omisión, por lo que el fracaso tampoco se sitúa en esta parte. En la primera parte, se pueden cometer errores de planificación u objetivos imposibles, por lo que queda eliminada también la posibilidad de que el fracaso también pueda darse aquí, ya que ni los errores, ni las omisiones ni los objetivos imposibles son sinónimos de fracaso.
Ante esta tesis, puede sostenerse que el fracaso en sí no existe, solo existen errores, que pueden ser corregidos, bien a través de la reflexión bien a través del entrenamiento en la ejecución de las acciones.

Eliminación de temores

En segundo lugar, utilizar una técnica psicológica específica para la eliminación de los temores. Es evidente que la ejecución de una tarea resultará más eficaz si se siguen los pasos previstos con anterioridad y si además se tienen los medios necesarios para modificar los planes sobre la marcha, cuando surgen dificultades. Sin embargo, no todos los deportes permiten hacer variaciones táctica cuando el momento lo requiere. Como sería el basket y sus tiempos muertos o el fútbol sin ellos y con unas dimensiones de campo de juego muy desiguales. La natación o carreras de velocidad o el tenis donde entrenador no puede dar instrucciones al jugador.
De todo ello, se desprende la siguiente conclusión: “es necesario disponer de algún método que pueda resolver las dificultades que surgen como resultado del no cumplimiento de los objetivos prefijados”.
La incertidumbre en los resultados que obtendrán los deportistas en su competición o entreno, genera en la persona una gran presión. Altos niveles de exigencia y muchas obligaciones, hacen que, en algunos casos, se generen dudas. Dudas al respecto de si valdrá la pena tanto esfuerzo. El nivel de motivación depende del valor que se le da a la meta u objetivo junto a la probabilidad que pensamos que tenemos de lograrlo. Ambos factores son subjetivos, por lo que debemos intentar objetivarlos, para así poder manejarlos y darles la dirección que nos interesa. Cuanto más aumente el valor y la probabilidad, mayor será la motivación de logro.

Conclusión

Por lo tanto, la idea errónea que genera ese temor al fracaso es creer que la persona hay que valorarla en función de lo que ha conseguido, así, no es de extrañar que muchos deportistas piensen que tienen la obligación de conseguir el éxito. Esa obligación no solo puede condenarlos al fracaso, sino que genera el miedo al fracaso, que muchas veces tiene peores consecuencias. El ser humano es eso humano y por ello falible.
Ante esta obligación autoimpuesta, si damos lo mejor de cada uno, en lugar de “hacer lo mejor”, obtendremos mejora de autoestima, autoconfianza y motivación. Un  sentimiento de orgullo auténtico y dejaremos de autoevaluarnos en función de los fracasos o errores y se utilizarán para afrontar mejor retos futuros, eliminando y reduciendo el temor al fracaso y reconduciendo la evitación de asumir riesgos.

Bibliografía

  • Ellis, A.; Harper, Robert A.;(2003)  “Una nueva guía para una vida racional.” Ed. Obelisco
  • Mora, J.A. et al. (2001) CECD: cuestionario de estrategias cognitivas en deportistas: manual. Madrid: TEA Ediciones
  • Fuente: Crecimiento y Bienestar Emocional
  • Fuente: Psicología y Felicidad con Mayúsculas

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